El responsable absoluto es el insomnio.
Sufro de sequía de palabras, tal vez porque las gasté todas hablando y no escribiendo.
Hablarle al vacío es extenuante, a la vez que el camino al desierto y la muerte perpetua de palabras.
Puede ser el silencio quien salve esta delicada situación.
Las palabras que escupí siempre me traicionaron, las justas y las que no lo eran tanto.
Siempre fueron sonidos en forma de palabras embrutecidas, que con mi absurda y limitada inteligencia, sólo intentaron expresar mis miedos a la indiferencia humana, las injusticias llenas de maldad, es decir, lo que más abomino, lo que desprecio y más me desequilibra.
Este patético empeño mio en usar la palabra -verdad- , por encima de mi, de ti o de los otros...
Ridículamente intento sellar mi boca, callar.
Solamente conseguí una lengua llena de cicatrizes por haber clavado una vez tras otra mis dientes en ella.
Pero aún así hablo, a destiempo, a boca jarro, a contracorriente.
Callar, de nada sirve.
Hablar tampoco sirve, eso también lo se.
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